jueves, 3 de abril de 2008

IMPERIO


Nuestros sueños y pesadillas tienen quien los filme!
Este fin de año, la alicaída cartelera cordobesa se vio fortalecida por la llegada de un “ovni” cinematográfico dirigido por “el James Stewart de Marte” como se lo supo llamar en un momento a David Lynch. El estreno fugaz, pero estreno al fin, de su ultimo opus Inland Empire (Imperio para nosotros) nos hizo creer de nuevo que existen aún posibilidades de enfrentarse con filmes que nos deslumbren, nos sorprendan, estimulen nuestra inteligencia y nos provoquen, llegando al caso de producirnos malestares fiscos que nos acompañan a la salida de la proyección tales como; conmociones cerebrales, mareos varios y dolores estomacales. Que una película sea capaz de provocar semejantes reacciones en la platea es motivo de alegría de todo amante de cine y una demostración que el séptimo, es una arte vivo todavía.
David Lynch es el hombre que desafía toda lógica narrativa y estética que podamos poseer para llevarnos a su propio mundo de pesadillas y alucinaciones. Esto en si, no es del todo novedosa, ya que Lynch no es le primer cineasta que se mueve como pez en el agua por los sueños humanos (de Bergman a Fellini, de Buñuel a Kurosawa, el cine clásico y moderno tuvo muchos directores oníricos, así como en la actualidad podemos encontrar a Michel Gondry por ejemplo o al increíble checo Jan Svanmajer), pero lo verdaderamente sorprendente en Lynch es que una vez que entramos en su mundo, los caminos son accesiblemente complejos, nunca nos perdemos en su laberinto. Es un maestro de ceremonias que sabe conducir al espectador por un mundo irracional sin soltarle nunca la mano en su fábrica de fantasías como un Willy Wonka pasado de ácidos y con muchas noches sin dormir. Y el encanto de su mundo es tal, que por más que uno como espectador no entienda del todo lo que “nos quiso decir”, la experiencia nos deja fascinados y extasiados pidiendo más, no queriendo abandonar nunca la fabrica de espeluznantes maravillas del rey David.
Con Imperio, Lynch confirma que es el más grande narrador de lo irracional, ya que para él, el máximo caos es solo otro orden mejor al que conocemos habitualmente.
Y si hablamos de caos y nos damos una vuelta por la otra parte del globo terráqueo, encontramos a otro gran maestro del desconcierto y la confusión en sus formas mas (des)ordenadas y (des)encantadas. Yendo de occidente a oriente nos topamos con el “primo” desaforado y “zarpadito” (valga aquí el adjetivo) de David Lynch. Takashi Miike su nombre y conocer sus (muchas) películas es volverse un adicto total a su cine. Realidad y sueños se funden y confunden todo el tiempo en pantalla y la perdida de la noción total de todo esquema racional es el premio que recibimos por adentrarnos a sus múltiples mundos. Miike filma mucho, de tres a cuatro films por año, y todos distintos, todos fascinantes. En todos mezcla agua con aceite permanentemente y las mezclas le saben siempre deliciosas. Aunque a veces cuando este director esta pasado de vuelta, y cuando les digo que un director japonés esta pasado de vuelta eso significa que nunca van a ver algo tan extremo, estas mezclas pueden llegar a precisar de una hepatalgina cerebral luego del visionado de joyas como Visitor Q, Ichi the killer, Izo o Audition. Miike puede ir del policial hiperkinético y ultraviolento de la saga Dead or Alive, al film infantil con La gran guerra Yokai; del muy alegre musical negro con escenas animadas con plastilina en La felicidad de los Katakuris, a la calma poética e introspectiva de The bird people in China; de la parodia a la Godzila cruzada con los marcianitos de Tim Burton en Zebraman, con el terror mas extremo y repugnante de Imprint. Conocer las obras de Miike y Lynch significa ampliar en varias pulgadas nuestra capacidad de asombro y enriquecer sobradamente nuestra experiencia audiovisual.

(ESTA NOTA FUR PUBLICADA ANTERIORMENTE EN LA REVISTA DADA DE DICIEMBRE DEL AÑO PASADO)

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